domingo, 31 de enero de 2016

Carpe Diem

Foto original: aquí
Madrid. Septiembre 1999
Don´t Bring Me Down. ELO

Repetir curso con 16 años y cambiarme al instituto ¡touchdown!
Retiré la silla llena de odio, y me senté. La clase se fue llenando de gente charlando animadamente que obviamente se conocía y se reencontraba después del verano. Yo ya les odiaba de entrada, así que nada podía ir peor...

-Hola, me llamo Patricia.

Levanté la mirada hacia la chica que se sentaba detrás. Flaca, diminuta y con una nariz ciranesca.

- Hola Patricia, te odio, pírate a morir bajo un almendro.- No lo dije, pero mi mente disparó como una bala.

-Hola, ¿Que tal?- Amago de sonrisa- Soy Carolina.

Meses después la tal Patricia me daría una nochecita de graduación inolvidable. 
Carpe Diem se llamaba mi instituto (de verdad que si) y bajo el lema de nuestros colores y obedeciendo a nuestro grito, ella se agarró aquella noche la moña de su vida. Si es que la culpa era de los que pusieron el nombre al centro. Que jaleaba con leerlo.
Cuando la pobre cayó a plomo, el orgulloso cachas de turno se la cargó al hombro a guisa de saco de patatas. La intención era buena, dejarla en su casa (el equivalente a presentar a un cristiano a los leones) pero la pobre se fue desmadejando por el camino. Tanto vaivén a lomos del burro, hizo que los clinex que estratégicamente había colocado a modo de prótesis tetil comenzarán a deslizarse por el escote de su camiseta, emprendiendo su rumbo a tierras más cálidas, ante el horror de las asistentes y la estupefacción de los zagales presentes, que tardaron un poco más de la cuenta en hacerse cargo de qué coño era la nube de celulosa que le salía a Patricia por las tetas. Yo a esas alturas ya me había caído muerta dos veces. Y es que yo soy muy de empatizar, y la vergüenza está en la cima de mi pirámide de simbiosis con el prójimo.
Por si esto no bastaba, descubrimos que el kalimotxo, a Patri, como que no; ella debía ser más de tisanas, porque su barriga de aceituna se hinchó como un zeppelin, ofreciendo al Hércules pubescente que la cargaba una suerte de concierto flaturgico en Do menor, que hizo las delicias de los asistentes, que borrachos de alcohol y hormonas, rodaban por el suelo a carcajada limpia.
Suerte para Patricia que el único contacto que nos quedaba era la recogida de notas al día siguiente, en la que por supuesto, no apareció. Suerte, muchísima suerte. Suerte divina.

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